En ciertos lugares del mundo es imposible librarse de las cucarachas. Poco después de exterminar hasta la última de ellas, aparecen de nuevo. Su presencia generalmente se considera señal de que los habitantes de la casa no son muy limpios. Pero aún en las casas más limpias puede encontrarse ciertas cucarachas que no se alimentan con desperdicios de comida. Por ejemplo, hay una cucaracha que prefiere vivir en medio de la oscuridad y el calor de un aparato de televisión, y que se alimenta de la cola y el material aislante que encuentra allí. No sale de noche a buscar comida ni necesita agua. Puesto que no se la ve, los exterminadores deben deben recordar que pueden encontrarla en su casa, a saber, en el aparato de televisión.
Una cucaracha recién nacida puede vivir una semana entera sin alimento, y en estado adulto puede durar meses sin comer, con tal que haya agua. Esto nos explica porque las cucarachas son una plaga tan persistente. Aún la más cuidadosa de las dueñas de casa pueden tener cucarachas en su hogar, y por supuesto resulta sumamente incómodo llegar a casa de noche, encender la luz, y recibir el saludo de varias cucarachas que se escurren para esconderse en el primer lugar que pueden. Las cosas podrían ser peores, sin embargo, lo bueno es que esta plaga no transmite enfermedades, hasta donde sepamos. Por supuesto es sumamente desagradable que las visitas vean las cucarachas cuando encendemos la luz. Posiblemente sea el temor de que eso ocurra lo que finalmente nos induce a exterminarlas.
Cuando Jesús entra en nuestra vida, los rincones más tenebrosos de nuestro carácter se iluminan de repente, y aparecen una cantidad de cosas que no quisiéramos que se vieran. Pero Jesús no viene a condenarnos; en lugar de ello, viene para ayudarnos a eliminar los rasgos de carácter indeseables, y los pecados, para que podamos tener la alabanza de Dios.
«Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios.» (1 Cor.4:5)
Windows on God’s Word. Santiago A. Tucker. 1975
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