No hace mucho una joven científica ganó el primer premio de su colegio mediante ciertos trabajos prácticos que hizo con arañas. Su proyecto consistía en comparar las telas hechas por arañas en estado normal, y las confeccionadas por las que se encontraban bajo la influencia del alcohol. En resumen, quería ver cómo hacían sus telas las arañas ebrias.
Para comenzar, la muchacha reunió una cantidad de arañas domésticas para su experimento, pero tuvo dificultades. Al inyectarles alcohol, todas morían. Debido a ello decidió alimentarlas con moscas a las que previamente les había inyectado alcohol. Esta vez las arañas no murieron, pero tampoco hicieron sus telas. Un poco desanimada, le llevó su problema a la profesora, y se enteró de que estas arañas no son muy aficionadas a hacer telas. Se limitan a tender hilos por aquí y por allá sin ningún plan especial. Se le aconsejó que buscara arañas de jardín, famosas por su habilidad para hacer hermosas telas.
Más animada, la muchacha prosiguió con su proyecto. Reunió una cantidad de arañas de jardín y las alimentó con moscas a las que previamente había inyectado alcohol. Esta vez sus esfuerzos fueron recompensados. Las arañas ebrias comenzaron a tejer desordenadamente toda clase de telas extrañas, que en nada se parecían a los diseños intrincados y casi perfectos que eran capaces de desarrollar en condiciones normales.
Todos nosotros estamos construyendo la tela de nuestra vida y necesitamos que nuestras facultades mentales estén tan despiertas como sea posible. De esa manera evitaremos desastres. No puedo menos que maravillarme con los efectos del alcohol, no sólo sobre los instintos de las criaturas inferiores, sino sobre la inteligencia del hombre, criatura superior, que debería estar mejor informado. «Cualquiera que por ellos yerra no es sabio»
El vino es escarnecedor, la sidra alborotadora, y cualquiera que por ellos yerra no es sabio (Proverbios 20:1)
Windows on God’s Word. Santiago A. Tucker, 1975.
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