Dijo Moisés a Dios: He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿Que les responderé? La pregunta de Moisés quien es Dios, genera otra, quién soy yo
«Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros». (Éxodo 3:13-14:)
«Este dirá: Yo soy de Jehová; el otro se llamará del nombre de Jacob, y otro escribirá con su mano: A Jehová, y se apellidará con el nombre de Israel». (Isaías 44:5)
Entonces: YO SOY DIOS DE ISRAEL, es su nombre y apellido, y a la pregunta: ¿Quién es él para nosotros? Él dirá en las escrituras en cuanto a su esencia: Yo soy el Omnipotente, yo soy la inteligencia, yo soy Dios y no hay más.
Respecto de nosotros dirá:
YO SOY: Tu escudo, Yo Soy Jehova tu Dios fuerte y celoso (Tu protector y celador ), Yo soy Jehova tu sanador, Yo soy el que borro tus rebeliones.
En el nuevo testamento Jesús dirá:
Yo soy el pan que descendió del cielo, Yo soy, la luz del mundo, Yo soy la puerta, Yo soy el buen Pastor, Yo soy la resurrección y la vida, Yo soy el camino, Yo soy la verdad y la vida, Yo soy la vid verdadera, Yo soy Santo, Yo soy Jesús, el alfa y la omega,
«Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana». (Apocalipsis 22:16)
Yo soy es todo, y todo lo que necesitamos y todo lo que dice que es, es para nosotros.
¿Quién soy yo?
Job comenzó diciendo de si mismo lo mismo que muchos de nosotros:
…yo soy limpio y sin defecto
…yo soy inocente
…yo soy justo
Pero más tarde como muchos de nosotros reconocería:
…yo soy vil
…yo soy impío
…yo soy gusano
Lo mismo que llegaría a decir el rey David:
«Mas yo soy gusano, y no hombre; Oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo». (Salmos 22:6)
Eso es lo que, en reconocimiento de nuestra condición y situación, llegamos a creer y aceptar con humildad, que somos gusanos, sin embargo el Señor nos sorprende aún más diciendo:
«Polvo eres, y al polvo volverás”. (Génesis 3:19)
En pocas palabras, estamos caros para gusanos, somos polvo. ¡Menos que gusanos! Abraham lo reconocería:
«Soy polvo y ceniza». (Génesis 18:27)
De la visión de un ser perfecto, llegamos a la de un gusano, bastante más insignificante, pero un ser al fin, pero, como si no fuera suficiente, de la de un insecto a polvo; evidentemente menos que gusanos, y si, de acuerdo a nuestra constitución física, no somos más que polvo, pero además, encontramos esta fuerte y definitiva declaración:
«He aquí que vosotros sois nada, y vuestras obras vanidad». (Isaías 41:24)
De hombre a gusano, de gusano a polvo, de polvo a nada.
De un ser holístico, multidimensional con múltiples capacidades espirituales, sociales, físicas y cognitivas dotado de la facultad de decidir con libre albedrío, ésta última es, la más extraordinaria de las capacidades con las que es dotado.
El pecado, produce en el ser humano una involución, tal en comparación con el ser originalmente creado, comparable a la de un hombre con un gusano. Así es el grado de degradación que sufre; de hombre a gusano. El hombre antes y después del pecado.
Un gusano quizás sea perfecto en cuanto a su conformación física, bioquímica, pero no en cuanto a características espirituales y cognitivas (Lo que según el filósofo Max Scheler diferencia a los hombres de los animales). Ahí y así la diferencia del ser salido de las manos de Dios, al ser intervenido por Satanás.
¿Y en qué sentido entonces somos polvo? El gusano, es al fin un ser vivo sin constructos morales, carente de espiritualidad, guiado por instintos, afectado por el pecado pero sin la necesidad de un salvador. El polvo es sólo materia inerte a diferencia del gusano, no tiene vida y si no hay vida, no hay nada.
Cobran sentidos las palabras de Jesús, «porque separados de mi, nada podéis hacer«. Y lo que el inspirado apóstol Pablo confirma así:
«Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy». (1 Corintios 13:2).
Nuestra condición sin Dios, que es Amor, es nada y sin Él, nuestro fin último será ser polvo y ceniza.
Es en este punto, cuando la pregunta ¿quién soy yo? recibe como respuesta NADA, es donde necesitamos hacer nuestras las palabras del salmista que dicen:
Abatida hasta el polvo está mi alma; Vivifícame según tu palabra. Reconocimiento y ruego que se hace con la seguridad que hay un Dios que es amor, por quienes siendo nada, lo dio todo y porque sabemos que «él conoce nuestra condición; Se acuerda de que somos polvo”. (Salmos 103:14)
Con la misma confianza que expresó el personaje que citábamos al comienzo.
«Yo sé que mi Redentor vive, Y al fin se levantará sobre el polvo; Y después de deshecha esta mi piel, En mi carne he de ver a Dios». (Job 19:25-26)
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