Recuerdo nítidamente imágenes ilustrativas de lo que sería un juicio celestial. Se mostraba al individuo juzgado frente a un gran trono. Detrás de ese trono, dos majestuosas y enormes tablas con los Diez Mandamientos. Era realmente intimidante, más bien aterrador.
Recuerdo también un himnario con una sección que se llamaba “El juicio final” que contenía tres himnos En los tres, al menos, se siembra la duda de la salvación, como veremos al analizarlos muy someramente:
En el coro de uno de ellos se preguntaba: ¿Te hallas listo para el fallo del gran tribunal? (el pensamiento inmediato:no). En otro: ¿cómo hemos de estar en el juicio del gran día que pronto vendrá? Y en el tercer himno se preguntaba: ¿oiremos las palabras “bien has hecho sirvo fiel; o del fallo la sentencia: eres falto, fuiste infiel?
Nada esperanzador los himnos estos, ¡la salvación dependiendo de mis actos¡ “bien has hecho”, el ladrón en la cruz, no habría tenido ninguna posibilidad. La redención pendiendo de las obras; de la fidelidad o de la infidelidad; como si pudiese haber algún justo, alguien que pudiese estar listo, cuando la misma Escritura Sagrada asegura que no hay justo ni aún uno.
Un juicio sin tribunal
La buena noticia es que ese aterrador juicio no existirá. No habrá un gran tribunal como el descrito. No existe ni existirá ese magno edificio con sendas columnas e inmensas tablas de la ley por la que seríamos juzgados uno a uno.
No hay lugar ni momento en el tiempo en el que se ejecutara un juicio como el de los himnos. No van a pasar nuestros hechos frente a nosotros como una película (de terror), ni se enumeraran nuestras maldades; ni estaremos pensando si es que se habrá quedado algún pecado sin confesar que nos pudiese llevar a la perdición.
El juez
Que triste es presentar al Dios de amor como un juez implacable, al que hay que acercarse por miedo para no ser destruidos. Sin embargo en la Biblia encontramos esta declaración: “Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo,” (Juan 5:22).
¡Jesús es el juez! el mismo salvador, el que perdona mis pecados, el mismo que dice que no vino a condenar. “Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.” (Juan 3:17)
Sin lugar a dudas, habrá un juicio, no como el descrito inicialmente; por tanto, no estaremos como imputados. Algunos piensan que ahora es nuestro salvador, nuestro abogado, pero que en algún momento se transformará en juez. El mismo Jesús nos dice:
“Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera.” (Juan 12:31)
Comienza el juicio
Si bien la palabra juicio aparece más de doscientas ochenta veces en la Biblia, no hay alusión a un juicio final; y la expresión juicio de Dios, aparece sólo unas seis veces. Este juicio, como todos, tiene etapas. Notamos que en la última cita bíblica, el Señor habla en presente. Esto indica que nuestra salvación o perdición queda sellada en el momento de la muerte. Desde ese momento Satanás ya nada puede hacer.
Si en ese periodo, hemos aceptado a Dios, y su ofrecimiento de salvación por gracia; somos perdonados y declarados salvos. El juicio en su primera etapa, ha concluido. Fuimos juzgados en virtud a nuestras decisiones respecto a Él.
“Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios?” (1Pedro 4:17)
Los redimidos en el cielo, la casa de Dios, ya habrán sido juzgados, He ahí, la segunda etapa del juicio:
Los juzgados
En el momento de la segunda venida del Salvador, habrán sólo dos grupos, tanto entre los vivos, como entre los muertos. Los que reconocieron y aceptaron a Dios y la salvación ofrecida, y quienes lo rechazaron porque el cielo sería para ellos un lugar ingrato.
Los que lo aceptaron y estaban muertos; son resucitados y ascienden con Jesús al cielo junto con los que en la misma condición estén vivos. Todos ya juzgados. (esta es la primera resurrección). Los vivos que hasta en ese mismo momento y aún viendo a Jesús, lo rechazan, morirán. Los muertos que ya lo habían despreciado con anterioridad, seguirán muertos.
El juicio en el cielo
Habrá efectivamente una segunda etapa del juicio, ante el universo y con la participación de todos los seres celestiales y los humanos redimidos vivos y resucitados que ascendieron con Jesús. Todos los seres juzgarán con antecedentes a la vista, si es justo que Dios destruya a quienes no quisieron estar allí y que permanecen muertos.
Es un acto solemne de la más trascendente importancia, porque el Altísimo nunca hasta ese momento le ha quitado la vida a ningún ser. Es uno de los más extremos actos de la redención que garantiza que el pecado, al ser destruido; no existirá más.
Cuando no haya en ningún ser, duda alguna que esa fue la elección de quienes permanecen muertos; y sea evidente para todos, que el cielo sería para ellos un lugar de tortura; entonces, y sólo entonces, ante la universal proclama de que no ha habido error alguno, y que Dios en un Dios justo; son resucitados por un breve espacio de tiempo. (esta es la segunda resurrección).
La condena
Los que participan en la segunda resurrección, junto con Satanás y sus ángeles, una vez más casi como evidencia póstuma, se revelan en contra del Creador a vista del universo y son total y definitivamente destruidos junto a Satanás y sus ángeles.
Esta segunda etapa del juicio, ocurriría en atrios celestiales en algún momento futuro; pero todo esto fue prefigurado por el Señor en esta tierra. Dios, amorosamente le mostró a su pueblo y al mundo, como sería el plan de salvación en todas sus etapas.
Lo hizo, pidiéndole a su pueblo, una vez que fueron milagrosamente liberados de Egipto, que construyeran un gran Santuario en el que a través de ritos y ceremonias y de cada elemento o acto; les enseñaría todo el proceso, etapas y costo de la salvación, incluido el juicio de todo ser humano.
El Santuario
El Gran Arquitecto, diseña este santuario terrenal transportable, en todos sus detalles y los entrega a su pueblo para que lo construyan. Dios mismo indica de que materiales debía ser cada sección, las medidas de cada pieza, los detalles de cada elemento y utensilio.
Les señala hasta la ubicación en términos cardinales en que que se debía armar, porque todas y cada una de sus partes: tabernáculo, atrio, altar, candeleros, etc. Hasta la vestimenta de los sacerdotes que oficiarían, tenían algo que enseñar de su gran proyecto de salvación.
Los rituales, ceremonias diarias, semanales, mensuales y anuales que allí se desarrollan, ejemplifican, las etapas del universal proceso de redención de la humanidad. Tan trascendental era esta enseñanza, que a los constructores, luego de elegirlos; los llena de su Espíritu. En sabiduría, inteligencia, ciencia y en todo arte. El santuario fue una obra colosal, porque mostraba lo más importante para la humanidad: la salvación.
Lo que describo puede leerse en detalle en el libro de Éxodo desde el capítulo 25 y continuando por todo el Pentateuco. En lo central se enseña que un ser vivo, perfecto e inocente, debe morir en tu lugar para que tú puedas ser liberado, que habría un momento solemne en que sólo el Sumo Sacerdote, entraría en el lugar Santísimo, para expiar los pecados de todos quienes hayan solicitado su perdón.
Habrá un juicio, pero no para temer sino para participar en él como redimidos. Para ello, necesitamos es con humildad, acercarnos a Dios; pedirle en la intimidad de nuestro corazón que nos perdone, que deseamos su salvación y su promesa es que gustosamente te la dará.
Que maravilla de mensaje, el amor de Dios en su plenitud en el juicio
Siempre maravilla el amor de Dios. Gracias por tu apreciación