El apóstol Pedro asevera en su primera epístola católica, que Jesús fue a predicarles a los espíritus encarcelados. Esta sola declaración enciende de inmediato las alarmas de la comprensión. Surgen las dudas que conducen a plantear hipótesis interpretativas sobre lo que habrá querido decir Pedro con estas palabras. Un texto difícil, dice sobre el mismo un Comentario Bíblico, antes de proponer alternativas.
Destinatarios
Pedro dice al terminar su segunda carta, que Pablo (a todas luces un erudito) escribe cosas entre las cuales hay “algunas difíciles de entender”. Pues, se puede decir de este humilde pescador que al menos esté texto escrito por él, es difícil de entender. Pedro, hace esta declaración en la epístola que está dirigida a los judios conversos y dispersos que estaban siendo perseguidos en el primer siglo de la presente era. Acorde con esa experiencia histórica, el tema central es llamarlos a perseverar en la fe, aguardando el momento de la gloriosa manifestación de Jesús.
En ese contexto, la referencia a los espíritus encarcelados, es apenas tangencial, e insisto, dirigida a judios, conversos que en ese entonces, tenían seguramente una percepción muy distinta a la que tenemos hoy respecto de los conceptos utilizados en esos pasajes de la carta. No sabemos como ellos habrán entendido las palabras del apóstol, Lo que si sabemos es que nuestra ignorancia sobre el contexto, el idioma, su gramática, o el significado que puedan tener para el lector las palabras “espíritu” o “en la carne” y la creencia sobre la muerte o el estado de los muertos, limitarán la correcta comprensión de este pasaje de las escrituras.
Errores
La incapacidad de comprender un pasaje de las escrituras, no lo constituye un error. Decir que este versículo es un error conceptual en la Biblia, sería un despropósito y un descriterio creo yo. Si bien es cierto que en esta colección de libros escritos en el transcurso de miles de años y cuyo último libro se escribió hace más de dos mil años, muy lejos aún de la invención de la imprenta, obviamente encontraremos errores, de forma, muchos por las sucesivas transcripciones, más que por inconsecuencias doctrinales. Cuando nos parecen errores ideológicos, generalmente se deben a discrepancias de los intérpretes, muchas veces contaminados con alguna posición dogmática.
El texto en cuestión:
“Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu; en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados, los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua”. (1 Pedro 3:18-20).
Interpretaciones
Dependiendo de las creencias adoptadas, se pueden tener múltiples lecturas. Una de ellas, que se fundamenta en la inmortalidad del alma, postula que los espíritus encarcelados son ángeles demoniacos, a los cuales, Jesús, muerto, antes de su resurrección, como espíritu habría ido a predicarles. Estos demonios habrían estado cautivos debido a atroces pecados cometidos contra los antediluvianos. No son pocos los que creen que quienes mueren, siguen viviendo como espíritus.
Esta interpretación, parece bastante extrema, pues obliga, primero, a fundamentar que el ser humano, nunca muere, tesis insostenible desde las enseñanzas de la Biblia, y segundo, requiere explicar porqué estos espíritus deberían ser ángeles caídos, la razón de su cautiverio y el porqué y que les habría ido a predicar. Requiere elaborar una tesis mediante conjeturas sin coherencia y concordancia con el conjunto de las Escrituras.
Sin embargo, a lo largo de toda la Biblia, y muy particularmente en las enseñanzas de Jesús, la muerte es un estado de inconsciencia, no se desprende el “espíritu” del difunto para seguir viviendo en un estado diferente; menos en Jesús que es Dios. Lo que ocurre, lo expresa magistralmente el inspirado rey Salomón con estas palabras:
“y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio” (Eclesiastés 12:7).
La liberación
Cristo, el mismo que padeció(en la carne), el que murió y resucitó por nosotros, es el mismo que a los pecadores (encarcelados) antediluvianos les predicó, a través del Espíritu Santo mediante Noé. No lo hizo “en la carne”, vale decir en esa humanidad en la que Pedro lo conoció, y que entendemos por sus propias palabras registradas por los evangelistas, hoy conserva, sino en la condición en la que obró antes y después de ese período en esta tierra.
Veo en estos versículos de la epístola de Pedro, el interés por ilustrar con la experiencia de la humanidad en los días de Noé, contenida en la Toráh, de absoluta credibilidad para los judios, aspectos de la salvación. Para ello establece un paralelismo, una metonimia o una sinecdoque, para explicar que así como el Señor, les predicó a los antediluvianos que estaban presos en el pecado, para que aceptasen la salvación, mediante el Espíritu Santo; de los cuales Noé, sus hijos y sus esposas, lo hicieron subiendo al arca.
Hoy a todo cautivo por el pecado, nos ofrece la liberación, y habiendo aceptado la salvación, testimoniada a través del bautismo, esperar el momento de entrar en el arca.
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