He hecho mención en otras reflexiones de un personaje nefasto, del enemigo que se esfuerza por alejarnos de Dios; es momento que le dedique las siguientes líneas para conocer lo que las Escrituras dicen de él y de sus propósitos.
Me refiero a Satanás. Este ser habría sido uno de los más importantes ángeles del cielo, un querubín. Lo digo en forma condicional por cuando, si bien es un personaje en las escrituras, ellas no dan muchas luces sobre su origen.
Lucifer
Hay dos profecías; una revelación que entrega el profeta Isaías sobre el rey de Babilonia, y la otra del profeta Ezequiel refiriéndose al rey de Tiro. Ambas podrían ser una revelación encubierta o una alegoría sobre Satanás. A continuación transcribo in extenso ambos textos:
“¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo.” (Isaías 14:12-14)
“Hijo de hombre, levanta endechas sobre el rey de Tiro, y dile: Así ha dicho Jehová el Señor: Tú eras el sello de la perfección, lleno de sabiduría, y acabado de hermosura. En Edén, en el huerto de Dios estuviste; de toda piedra preciosa era tu vestidura; de cornerina, topacio, jaspe, crisólito, berilo y ónice; de zafiro, carbunclo, esmeralda y oro; los primores de tus tamboriles y flautas estuvieron preparados para ti en el día de tu creación. Tú, querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios, allí estuviste; en medio de las piedras de fuego te paseabas. Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad. A causa de la multitud de tus contrataciones fuiste lleno de iniquidad, y pecaste; por lo que yo te eché del monte de Dios, y te arrojé de entre las piedras del fuego, oh querubín protector. Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor; yo te arrojaré por tierra; delante de los reyes te pondré para que miren en ti.” (Ezequiel 28:11-17)
Notamos claramente referencias a un ser más allá del rey de babilonia, que no cayó del cielo, como si lo hizo Satanás, se dice en la Biblia que fue arrojado a la tierra.(Apocalipsis 12:9). Tampoco el rey de Tiro estuvo en el Edén, como es bien sabido que si estuvo allí el diablo.
Satanás
Entendiendo que podrían haber otros aspectos semánticos, o hermenéuticos que dificulten el que se esté haciendo referencia a Satanás, cabría también la posibilidad que fueran profecías duales, vale decir; que hacen referencia a dos eventos paralelos en tiempos diferentes o, que se pudiesen extrapolar como alegorías. Es viable suponer que Satanás fue un querubín, un ángel de importancia en las cortes celestiales.
En las Escrituras este ser recibe muchos nombres, tales como: ángel del abismo, Abadón en hebreo o Apolión en griego, Acusador, Beelzebú, Belial, Diablo y también es llamado Lucifer.
Jesús es Lucifer
Solemos usar este último nombre para designar a un mismo personaje, el diablo; pero podemos caer en un error: Lucifer significa “portador de luz”, un lucero que ilumina y muy probablemente, como vimos, Satanás fue Lucifer, pero en el momento que se separó de Dios, dejó de serlo. Ahora es más bien el Príncipe de las tinieblas. Lucifer es un título que ya no le pertenece. Lucifer es un nombre más apropiado para Jesús, de hecho, el mismo lo dice:
“Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.” (S. Juan 8:12)
¡Jesús es Lucifer!, él es el portador de Luz, Él es la luz. Satanás se transformó en su adversario. ¿Cómo ocurrió este cambio? Lo más cercano, la más humana interpretación se encuentra en los textos ya leídos de los profetas Isaías y Ezequiel. Se enalteció su corazón, quiso ser como Dios, era perfecto, hasta que se halló en él la maldad.
La maldad
Sabemos que el es originador de la maldad, del pecado; pero, ¿cómo se generó en él? es un misterio sobre el cual será infructuoso ahondar. Debemos aceptar lo que el Señor nos revela, así como lo que nuestra limitada humanidad no puede comprender.
Lo que sí sabemos, por la Palabra de Dios es que nuestros primeros padres vivieron sin pecado, pero sólo hasta que satanás, mediante el engaño, traspasó a ellos la maldad. Desde ese momento, la maldad se irradia a todo el sistema creado para el hombre y al hombre mismo. El mal pasó a ser inherente al ser humano, traspasándose a través de la herencia, a veces incluso en la forma.
El pecado forma parte de la constitución de cada ser, es consustancial a él; como sus órganos, como su piel. El Señor lo grafica muy bien, cuando a través del profeta Jeremías dice:
Aunque te laves con lejía y amontones jabón sobre ti, la mancha de tu pecado permanecerá aún delante de mí, dijo Jehová el Señor” (Jeremías 2:22)
El pecado
La realidad probada es esa; que somos malos que por influencia divina, hacemos cosas buenas. El relato de los evangelios consigna que Jesús fue directamente tentado por el diablo en más de una oportunidad; pero Jesús no poseía esta natural tendencia al mal que a nosotros nos es propia. Jesús era humanamente, como Adán, no poseía la naturaleza pecaminosa que nosotros heredamos de nuestros primeros padres.
El haber sido hechos a imagen y semejanza de Dios, permite que la maldad no se desarrolle en nosotros incontroladamente y sintamos y expresemos bondad, amor, pero debemos aceptar qué hay tendencias que no podemos controlar; pero reconocerlo, no es suficiente, se requiere de la voluntad de aceptar ponernos en las manos de Dios, El único que puede mantener controlada nuestra maldad.
El fin del pecado y de su autor
No importa que hagamos o que dejemos de hacer el pecado permanecerá en nosotros hasta el momento de nuestra muerte, que no será el fin de nuestra existencia, porque pasado un periodo de tiempo seremos resucitados; y allí finalmente el Señor nos transformará:
“en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados.” (1 Cor. 15:52)
Satanás, por otra parte, será finalmente destruido junto a sus huestes. Dios es amor y en virtud de ese amor proveyó la más extraordinaria, grandiosa y valiosa liberación del pecado. Valiosa no por que tenga algún costo para nosotros, sino por lo que le costó a Dios. Tanto es así, que parece increíble, se cree que tiene que haber al menos una compensación: obediencia, penitencias, fidelidad, actos de bondad o todas ellas y más. Un ladrón, nos enseña cuanto le costó a él ser declarado salvo.
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