El joven pastor llegaba a su nueva iglesia, los feligreses no lo conocían, ni el a ellos. Coincidentemente aquel mismo día falleció una amada hermana en la fe. El pastor llegó a la iglesia para realizar el oficio religioso en momentos que era instalado el féretro en la nave del templo.
El servicio fúnebre en riesgo
El personal de la empresa funeraria entraba en ese momento, entre otros implementos, los cirios hoy reemplazados por unas bombillas eléctricas. El pastor les dice que esos elementos del conjunto funerario, las bombillas, no eran necesarias y fueron por tanto retirados.
Ante este hecho el viudo, que no compartía la fe que había profesado su difunta esposa, se comunicó con los hermanos que conocía para decirles que sin los cirios, no habría funeral, él se llevaría el ataúd inmediatamente a otra iglesia.
Los obispos y miembros de la junta llamaron al pastor para una urgentísima reunión, a fin de pedirle explicaciones y calmar al molesto viudo para que el cuerpo de la hermana, que había servido en la iglesia por tantos años fuese velado allí.
El servicio fúnebre
Como resultado de esa reunión, el pastor consintió en que instalaran los cirios, ante la declarada ignorancia de quienes participaban de esa junta y el servicio fúnebre continuó con toda normalidad.
Lo que los dirigentes de iglesia le dijeron al pastor en esa junta fue: primero, que siempre se había hecho así. Le relataron que incluso, ante la muerte del pastor anterior y ante la presencia de todos los altos dignatarios eclesiásticos presentes en la ceremonia, se había realizado de la misma manera. Y segundo, que ellos ignoraban absolutamente que esa era una práctica del animismo, no del cristianismo.
Obviamente, se acordó por unanimidad no volver a poner velas, o bombillas en las exequias fúnebres y mientras él fue pastor de esa congregación, no se volvieron a utilizar bombillas eléctricas en los servicios fúnebres que se oficiaron.
El animismo
El animismo, (de la palabra anima, que significa alma en latín), es una creencia religiosa presente en muchas religiones y en algunas iglesia cristianas, que atribuye a todos los seres, objetos y fenómenos de la naturaleza, un alma o principio vital, aun estando estos inertes.
De la creencia de la supervivencia del muerto provienen las practicas más primitivas de ofrecerle comidas y bebidas al difunto mientras se encienden fuegos, velas o cirios en la tumba.
Las animitas
Es frecuente ver velas encendidas en calles o carreteras donde alguien murió, y no están allí sólo como un recordatorio del triste suceso, están, porque representan el alma del difunto que según esta creencia, sigue existiendo. Tanto así, que se le atribuyen poderes milagrosos y como gratitud a esos favores concedidos, se encienden velas.
Hay animitas muy conocidas en diferentes ciudades, a las que ya se les considera poco menos que santos, a las que muchas personas acuden para pedirles algún milagro.
La doctrina de la inmortalidad del alma, es la creencia que el alma no muere, que es independiente del cuerpo, y que en el momento de la muerte se separa de este para seguir existiendo.
Según esta creencia, siguen existiendo como almas en pena en este mundo, o en el cielo, o temporalmente en el purgatorio, que es según la iglesia católica, el lugar en donde purgan sus penas, una especie de infierno transitorio para alcanzar la gloria o definitivamente pasar al infierno.
El alma muere
Lo que la Biblia enseña es que el ser humano es un ser indivisible: un alma, etimológicamente, psiquis, mente; que muere «…el alma que pecare, esa morirá.” (Ezequiel 18: 4, 20) No es el propósito analizar aquí los conceptos de alma o espíritu. Sus diferentes connotaciones y las diferencias notables que en los idiomas originales tienen las palabras que sólo se traducen como espíritu y que darían mucha más luz sobre el tema.
Sólo decir brevemente que la enseñanza de la Biblia, en cuanto a este asunto, señala que cuando la persona o el alma muere, toda ella deja existir y queda en un estado de inconciencia, como lo expresa el salmista “sale su aliento, y vuelve a la tierra; En ese mismo día perecen sus pensamientos” (Salmos 146:4).
La muerte, estado de inconsciencia
Dios retira su aliento y el polvo vuelve al polvo, así se produce la muere. No queda nada. “El polvo vuelva a la tierra como era y el espíritu vuelva a Dios que lo dio» (Eclesiastés 12:7). Ese “espíritu” que vuelve a Dios, no es el alma, no es inherente al ser.
Dios le da ese aliento, no es del humano como para que fuese “su” alma. El libro de génesis dice que Dios “sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (génesis 2:7)
Dice la Palabra de Dios que los muertos nada saben, que su memoria es puesta en olvido, Jesús mismo, en la histórica resurrección de Lázaro, se refirió a la muerte como a un sueño, a un estado de inconciencia, del que todos saldremos cuando Jesús vuelva, cuando se produzca el evento del que Job ya sabía y creía hace unos 3500 años atrás al decir:
Yo sé que mi redentor vive, Y al fin se levantará sobre el polvo; Y después de deshecha esta mi piel, En mi carne he de ver a Dios (Job: 19:25 y 26).
Este pasaje de las escrituras es absolutamente coherente con las enseñanzas de la resurrección y de la segunda venida de Jesús. Si el alma estuviese en el cielo, infierno, en pena o purgando, En su venida, Jesús no tendría a quien resucitar.
Años después, el que fuera pastor de esa iglesia volvió a ella por la muerte de un amigo, y allí estaba su féretro, iluminado con estos cirios modernos. Si no se cree en la inmortalidad del alma, no deberían estar allí.
Una característica muy arraigada es anteponer las costumbres por sobre el conocimiento.
Así es Janet. No debería ser. Gracias por tu comentario
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