«Esperen hasta enero – nos decían – verán el espectáculo más grandioso de siglo». Todos esperamos, pero no paso nada. Se nos aseguró que la mayor parte de la noche el cielo iba a ser iluminado por la visita del cometa Kohoutek, llamado así a causa de su descubridor, el astrónomo checoslovaco Lubas Kohoutek. Pero como vino se fue. Mucha gente ni siquiera lo vio. Otros vieron un puntito en el cielo, que parecía una estrella más. Otros, en cambio, con la ayuda de poderosos telescopios, vieron un hermoso cometa, de dimensiones modestas y de delicadas proporciones.
Los cometas son misteriosos. Viajeros del espacio, giran en torno del sol y son lanzados hacia el infinito como una piedra tirada por una honda. No pueden liberarse, sin embargo, de la atracción solar, y con el tiempo regresan a una órbita que les permite pasar cerca de la tierra a intervalos determinados.
El más famoso de todos es el cometa Halley. Este cometa, que iluminó los cielos nocturnos, apareció por primera vez en 1910 y debe regresar en 1986. Cuando apareció en 1066, estaba por librarse la batalla de Hastings. Ambos bandos lo interpretaron como una señal del cielo que predecía la victoria. De los normandos y la conquista de Inglaterra por ellos.
Se creyó que el cometa Halley constituía una señal del cielo. Se sabia que Kohoutek era un cometa, pero se lo anunció como el acontecimiento más importante de esta generación. El cometa Halley produjo temor y preocupación. Kohoutek produjo desilusión.
Todos los temores que se vinculan con los cometas acompañarán al mayor acontecimiento celestial de la historia, que pronto ha de ocurrir. Se nos dice que llenará todo el cielo, que sin embargo vendrá como un ladrón. Muchos se burlan de que algo tan milagroso como la segunda venida de Cristo pueda ocurrir. Nosotros sabemos que estas burlas son en sí mismas señales de que este acontecimiento pronto ha de ocurrir.
Sabiendo primero esto, que en los postreros días vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias, y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su advenimiento? (2 Ped. 3:3, 4)
De: Windows on God’s Word. Santiago A. Tucker. 1975.
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